ηυєsтяσ ρяιмєя вєsσ

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isfruté de ese beso, el primero que nos dimos, aquel beso por el que me dejé llevar aquella noche.

 

El momento no podía ser más propicio, la noche invitaba a dos amantes a besarse en aquel lugar prohibido, bajo la luz de la luna con las vistas de toda la ciudad a nuestros pies.

Aún recuerdo lo que pensé cuando me dijiste que para poder disfrutar de las mejores vistas de Granada debía atravesar un agujero en la pared en mitad de la noche, cual Alicia entrando en la madriguera, o bien saltar un enorme muro. Pensé que me tomabas el pelo hasta que vi como la oscuridad te tragaba por aquel pasadizo, y yo te seguí. Me raspé las rodillas pero después no me importó. Atravesamos un camino lleno de maleza de apenas 5 metros hasta alcanzar un peElviraqueño torreón semi-destruido (y cerrado al público).

Me senté en el borde del mirador y contemplé las vistas que me ofrecías, el arco de Elvira desde una posición envidiable, el resto de la ciudad a mis pies y el blanco albaicín a un lado cual grada observando el espectáculo que éramos tú y yo. Aquella noche te di nuestro primer beso, y aún siento tu sabor y tacto en mis labios. Me abrazaste con fuerza y perdí la noción del tiempo. Tuve que separarme de ti en un par de ocasiones porque la pasión nos podía conducir demasiado lejos, pasión que me arrastró a descubrir la suavidad de sus sábanas durante el alba.


Con aquel beso me enamoré de ti.

Con aquellas vistas deseé estar a tu lado.

Con aquella noche supe que te seguiría donde quiera que me llevaras.

Desde ese momento me has mostrado mil y un lugares de eterna belleza envueltos en momentos dulces y memorables, pero esa es otra historia…

Demonios

Somnolienta se dirige a su realidad, con los ojos hinchados al despertar.
Legañas por el borde y lágrimas al final.
Se ducha, desayuna y se viste y sale al mundo a por más
Anhelando que el día se haga corto, más que la noche quizás
Pues el atardecer alimentan los demonios que yacen con ella
Y la visitan con la luz de la luna, y vuelve su pena
Pero sabe que con el alba un nuevo futuro le llega
Y solo anhela dormir en paz por una vez.

Más celo (Capítulo 2)

Celo (Capítulo 1)

 

íctor alzo la vista y vio salir de la empresa a Miguel cogiendo la llamada de su móvil.

Se miraron. Solo vaho, un metro de distancia y respiraciones agitadas. Comenzó a llover de nuevo.

 

Miguel guardó el móvil en su bolsillo sin despegar la mirada de Víctor. Éste le hizo un ademán con la cabeza para que lo siguiera, si continuaban mucho tiempo allí podrían levantar sospechas, y todos sabemos el daño que pueden hacer los rumores de oficina, aparte que estar empapados como sopa llamando a gritos al catarro no era un plan que les volvía locos.

Corrieron a cierta distancia el uno del otro hasta que Víctor abrió el coche y ambos se introdujeron en su interior. Cerraron la puerta y se deshicieron de sus gabardinas empapadas.

Víctor miró de refilón a su copiloto, el flequillo húmedo caía pegado sobre su frente dejando unos surcos de gotas de lluvia que recorrían el perfil de su rostro, aquel rubio ceniza se había oscurecido por la lluvia y le daba un aspecto más serio, marcando más duramente sus facciones.

Miguel se esforzaba en mantener la mirada en el frente, con el ceño fruncido intentaba controlar la agitada respiración a causa de la carrera.

El conductor metió la llave en el contacto y encendió la calefacción, hacia bastante frío y la sensación térmica tras el chaparrón lo acrecentaba.

No te preocupes, en un periquete entraremos en calor. —susurró Víctor intentando romper el hielo. Justo al terminar su frase se dio cuenta de que podía malinterpretarse completamente, intentó aclarar su intención pero vio que Miguel seguía con la mirada perdida en el horizonte desdibujado por la lluvia, la niebla y la creciente oscuridad.

Sin saber muy bien qué hacer ni qué decir, se desabrochó los puños de la camisa que estaban mojados y colocó las muñecas sobre los ventiladores del coche para que se secara con prontitud.

Nunca había hecho algo así. –susurró Miguel sin moverse un ápice. Su voz denotaba nerviosismo y duda, la voz parecía quebrársele.

Ya… ni yo.

No lo entiendes, ni siquiera de niño, ni de adolescente, ni en la loca época de la universidad donde todo se prueba.

Yo tengo novia, nunca me había fijado en un tío, ni una sola vez. Pero no sé, siempre he sentido que… como que tenía algo más dentro ¿sabes? Algo a lo que no dejaba salir, algo que intuía pero que no quería saber qué era ni dejar salir. No sé si tiene todo esto algún sentido.

¿Tienes novia?

Laura y yo llevamos juntos… ya ni puedo recordar, supongo que desde siempre. Fue mi primera y única novia.

¿Y cómo os va? –se giró para mirar a Víctor a la cara por primera vez desde que había entrado en el coche.

¿Te importa si no hablamos de Laura ahora? Es un poco… bastante incomodo, la verdad.

Lo siento. –se disculpó y volvió a mirar al frente.

Víctor se quedó mirando al muchacho que parecía desconcertado, nervioso y bastante confuso.

Él no estaba mejor, no sabía que pensar de todo aquello ni que decir, así que de pronto, desconectó el cerebro y se dejó llevar.

Se dejó llevar cuando se acercó a Miguel, dejó de pensar racionalmente cuando le cogió la barbilla y se olvidó del mundo cuando lo besó. Enseguida Miguel se le echó encima con pasión y lo abrazó fuertemente mientras frotaban sus labios y lenguas en un baile que nunca habían realizado juntos pero aprendieron a coordinar sus pasos para no pisarse. Miguel se destensó y decidió comerse a Víctor a besos. Las caricias recorrían su cuerpo, se acariciaban los brazos y el pecho sin control. Miguel apretaba el cuello de Víctor atrayéndolo hacia sí.

Ninguno de los dos supo en qué momento ni quién inició el despelote. Pero las camisas fueron arrancadas de cuajo mostrando una camiseta interior empapada, pero no de lluvia, sino del sudor que provocaba la excitación y el nerviosismo.

Sin salir de coche acabaron en la parte de atrás tras una difícil maniobra. Se deseaban mucho, sus bocas les dolían y las erecciones de su pantalón eran insoportables tras el frote continuo entre ellos.

Miguel se deshizo del cinturón de Víctor y atacó a la cremallera.

En ese momento Víctor volvió en sí y colocó la mano para que parase, dejó de besarle para que se percatase del movimiento.

¿Qué ocurre?

A partir de ahora no habrá marcha atrás.

Lo sé… —susurró Miguel confuso y tímido.

Te parecerá una gilipollez, pero me da miedo dar este paso.

La confesión de Víctor arrancó una sonrisa a Miguel.

Yo estoy acojonado perdido.

Los dos se miraron y sonrieron con una sonrisa cómplice que delataba que ambos se sentían exactamente igual.

Miguel se sentó y se pasó las manos por nacimiento del pelo, momento que aprovechó Víctor para saltar encima de él pillándolo desprevenido. Ahora fue éste el que se hizo con el cinturón del muchacho y bajó la cremallera sin tan siquiera desabrochar el botón del pantalón, era la primera vez que sentía un erección que no era la suya, metió la mano por la ropa interior y se hizo con aquello, duro y caliente, liso y… de Miguel, en resumidas cuentas.

Más besos, frotes, lamidas, lenguas y movimientos bruscos hicieron tambalear un par de veces el coche que se iba sumergiendo entre la suave nieve que había empezado a caer. La intimidad está completa con el vaho absoluto en las ventanas. El calor que emanaba de sus cuerpos era suficiente calefacción para ellos, los únicos que estaban realmente calientes en la calle en toda Granada.

 

Abrazados permanecían descansando un rato, disfrutando de la placida sensación de libertad cuando el móvil de Víctor comenzó a sonar.

Supo enseguida de quién era la llamada y antes de descolgar buscó la hora en el coche para cerciorarse de lo tarde que era.

Miguel leyó el nombre en la pantalla y le dejó espacio (figurado y literal) para que atendiera la llamada.

Hola cariño. –alzó la voz. –No, no, estoy fuera, que dentro es imposible hablar…. Es por el frío, estoy helado. Con esta nevada la sierra va a estar genial si quieres que vayamos a esquiar el finde que viene…. Aún no lo he visto… ya, es que hay mucha gente… pues no sé, un rato todavía. Tú ya estás en casa ¿no? … Claro, claro, es que no sabía qué hora era. Tú vete a la cama, yo no tardaré mucho… y yo. Hasta luego… adiós.

 

Poca conversación hubo tras la llamada. Víctor dejó a Miguel en su casa tras las indicaciones del segundo y se marchó con Laura.

Mientras entraba en el piso, la culpabilidad azotaba su cabeza como una jaqueca profunda y puñetera. ¿Cómo haría para no desvelar su noche?

Lo que más sentía era que aquello no había sido un simple desliz, quizás lo del cuarto de baño, pero lo del coche había sido con alevosía y no se trataba de algo esporádico. Algo había cambiado dentro de él, algo que había mantenido oculto treinta años por el miedo que le ocasionaba el intuir su verdadera naturaleza.
Se acercó al umbral de la puerta con los zapatos en la mano y de puntillas y observó como Laura dormía profundamente. Suspiró y se fue hacia la cocina, allí Candy le dio la bienvenida moviendo su rabo desde su canasto. Víctor le acarició la tripa y se acercó al frigo, no tenía apetito, era un acto automático. Su cabeza iba a cien por hora.

 

Miguel andaba ya entre las sabanas de su enorme cama, le encantaban las camas pequeñas pero desde que estuvo con su exnovia se acostumbró a dormir en una con dimensiones muy superiores a las estándar. Y aunque hacía meses que lo habían dejado, él no podía volver a una cama de 90, ya no.

Se giraba y se giraba, golpeando sus ojos con el flequillo, estaba intranquilo y no podía dormir. Durante el cuarto de hora que llevaba en cama había apagado el móvil, vuelto a encender para saber si había recibido algo de Víctor, algún mensaje o llamada, en vista de que no, lo había puesto en silencio, pero ello le hacía sacar la cabeza de debajo de las sábanas hacia la mesita para ver si brillaba con alguna notificación, así que lo último que hizo fue dejarlo en modo vibrador. Y sonaba en plan abeja brrr, brrr, brrr. Sacó la cabeza y descubrió que estaba sonando de verdad. La luz verde estaba encendida, aquello era una llamada. Se levantó de un golpe y alcanzó el móvil. Era Víctor, su corazón se paró.

¿Sí? –contestó con toda la calma que pudo.

Estoy abajo…. ¿Me abres?

Miguel se lanzó hacia su ventanal y descorrió las finas cortinas.

Víctor estaba frente a su portal, solo, en medio del silencio y la madrugada. Justo donde lo había visto despedirse en el coche con un simple “Adiós”.

Víctor, impaciente volvió a hablar.

Bueno, mejor me voy, yo… —no terminó la frase, sonó el portero y se coló cual sombra en el desconocido portal.

σנαlα αsí ƒυєяα

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Imagen

y sє мє єяιzó lα ριєl

E

l frescor de estas noches de septiembre cae sobre nosotros haciéndonos conscientes de que el verano ya terminó. De que nuestro romance veraniego tocó a su fin, y aun así, te sigo teniendo junto a mí, compartiendo baranda, que tiene unas vistas preciosas hacia el futuro de nuestro jardín. Y se me erizó la piel cuando torpemente te apoyaste sobre la baranda para asomarte a la noche, se me erizó al sentir el frescor de tu piel en esa fresca noche de septiembre. Tu piel tan suave, tan distinta a la mía… mi pensamiento devora la idea de abrazarte fuertemente mientras mis ojos hacen lo mismo con tus labios.

Y se me erizó la piel cuando me sonreíste dulcemente sin saber que pensaba amarrarte a mi cama y hacerte el amor hasta que el sudor de nuestros cuerpos repeliese nuestro contacto.

Y se me erizó la piel al descubrirme enamorado de ti, simplemente, se me erizó la piel.

Se me erizó la piel

тσямєитα ∂є νєяαиσ

D

e repente, la lluvia comenzó a caer mientras María rezaba sus oraciones. Se puso en pie y se acercó al frio cristal que la separaba del mundo exterior, acarició sus mejillas marcando su calor como huella. A tientas, ya que se encontraba a oscuras, encontró lo que buscaba… y se hizo con él usando un poco de su fuerza para elevar la persiana.

Un mar de gotas acorraló, en segundos, el limpio cristal convirtiendo el horizonte en un mero reflejo borroso de lo que era.

Tras pensárselo unos segundos, se armó de valor para abrir la ventana, no necesitó, esta vez, una gran dosis de fuerza porque el viento empujó los ventanales con violencia extrema.

María se asustó pero se rindió a merced del viento del exterior.

Su camiseta larga, usada frecuentemente en verano para dormir, se agitaba marcando cada una de las voluptuosidades y curvas de la joven muchacha convirtiéndola, con aquella lluvia, en una inesperada concursante de “camisetas mojadas”.

El frío hizo que se le erizara toda la piel, sintió un cosquilleo en la nuca y la coleta que sostenía su cuero cabelludo se desprendió agitando sus cabellos cual serpientes en cabeza de Medusa.

Sus pezones se endurecieron y aparecieron marcados a fuego en su pegada camiseta, que solo se desprendía de su piel en los vaivenes marcados por el viento.

Algo le llamó la atención de pronto, una luz, una ventana abierta, alguien tras ella, justo enfrente, en el edificio de enfrente.

Se miraron y un poder hipnótico cautivó sus almas atravesando las gotas de lluvia.

María sintió un deseo incontrolable de bajar a la calle, y así lo hizo.

Descalza y con la camiseta pegada en su piel, caminó bajo la lluvia de puntillas marcando un diminuto camino en la arena.

Aquellos ojos que la habían descubierto en la ventana, volvían a encontrarse con los suyos, una frente a la otra.

Cristina se acercó sin importarle que solo llevara unas braguitas, con las cuales dormía en las calurosas noches de agosto, pero que nunca pensó mojar con la lluvia de una tormenta de verano.

Se acercaron hasta hallarse ambas bajo la luz de la farola, farola que coronaba el patio común en el cuál se encontraban.

Respiraban con dificultad, la lluvia resbalaba por sus rostros como ríos, ríos de pasión que sentían latir en sus sienes.

Primero una mano, luego la otra, cual espejo fueron recogidas por la otra muchacha.

Cristina no pudo dejar de mirar la silueta exuberante de María. Las transparencias que llevaba no dejaban hueco a su imaginación pero sí a su deseo.

María se mordió el labio y resbaló sus manos por las caderas de la otra chica, miro sus pechos y los acercó a los suyos frotándolos, boca con boca comenzaron a besarse, mezclando sus lenguas y sus salivas con la lluvia que las inundaba y las ocultaba bajo aquella extraña noche de verano.

Las caricias se hicieron con el control de los cuerpos, el cabello de María era fuertemente sostenido por Cristina que tiraba de él mientras la besaba con pasión, en el momento en el que sus labios se despegaban, Cristina mordía los de María conteniendo el momento para hacerla suya.

Cuando el placer estaba llegando a límites insospechados, pararon ejerciendo toda la fuerza de voluntad que aún les quedaba.

Sus respiraciones agitadas fueron la música que oyeron sus ojos al mirarse.

Después… rieron.

нιρσ¢яєѕíα y ρσмρσѕαѕ

-Rayándose el DVD de mis sueños amanecí entre sábanas liada, nunca supe con certeza si de una quimera se trataba o sólo la puta realidad que amanecía brillante como lucero por mi ventana escarchada.

Inmóvil ante mis sentimientos, maniatada cual Houdini con tela superflua y humedecida por la transpiración de mi muerta piel me encontraba cuando mis ojos fijaron sus pupilas engrandecidas en las plumas negras del enorme cuervo en el que había sido transformado mi cuarto.

Liberándome de las cadenas de mis sueños, salí de la cárcel de mi cama desatando un hedor camuflado entre cuerdas invisibles.

Caminé hiriendo mis pies con cuchillos afilados haciéndome perder el equilibro de mi inestable vida, apoyándome en fortaleza que da la madera de la antigüedad hasta el manantial de vida que purificara mi alma inmortal.

Ya bajo las lágrimas de mi diosa venerada, la inocencia se perturbó y mi boca abrió sus puertas para un suspiro orgásmico enviar al cosmos…-

-¿Qué coño me has contado, tía? A mí en cristiano, niña, que no me he enterado ni papa.

-Joder, macho, es que estás apollardada. Tuve una pesadilla y me desperté porque me caí de la cama enredada entre las sabanas, cuando me las quité de encima descubrí que olía un pestazo a sudor que lo flipas, killa, así que fui como pude, y medio dormida, al jodido cuarto de baño a darme una ducha con el suelo tan frío como estaba, y no veas que maravilla con el agua fresquita, ni un orgasmo, cojones.

-Buf, si te contara lo que me pasó anoche a mí…

-Cuenta, pajarraca, cuenta.

-Verás, de soslayo, pude alcanzar a ver la luna tras mi ventanal segundos antes de que el vibrador de las cadenas de esta sociedad hiciera su aparición en escena, lo alcancé en mi lecho de descanso y adiviné a Hermes haciendo su función de mensajero, la eterna agonía de un llamamiento se hizo presente cuando leí el mensaje ofrecido por la luna…

Espero haber podido infundír en este relato mi crítica del reflejo de la sociedad, vista a través de mis ojos… [no tengo más comentarios que hacer ;)]

ℓα úℓтιмα

No importa cuantas veces la hallas deseado, ni las ocasiones en que te ha faltado valor para hacerlo, ya no sirve para nada, porque todos esos actos te han llevado a este momento, en que sabes que es la última, la última noche.

Se agota el tiempo y eres consciente de ello, tienes miedo, terror de perderlo todo, de aferrarte a la vida como nunca antes hiciste ni quisiste. ¿Qué tiene esto que cuando peor lo pasamos menos lo queremos pero que nos agarramos al último latido cuando vemos que la vida se nos escapa de las manos como arena?

No encuentro la respuesta, y no creo que lo haga nunca más, primero porque no dispongo de tiempo, y segundo, porque mi cabeza está tan ocupada en seguir respirando que no puedo centrarme en ningún asunto más.

Esta noche han vueltos las punzadas de nuevo a mi corazón y cada una de ellas me da más terror, el dolor en el brazo me pone nervioso y un nudo en estomago da la bienvenida a algo que está arrebatándome la vida. Hoy no iré a urgencias como ayer, ya que, a la vista está, no sirvió de nada. No he dicho nada a nadie, he actuado de la manera más normalizada posible, no quiero escándalos, ni show y mucho menos lágrimas sin mi cuerpo recogido aún en una caja.

Sólo sabe lo del susto de anoche una persona, mi mejor amiga, y ni siquiera a ella le he contado todo, lo poco que sabe se lo he dicho por mensaje yendo a clase con una compañera, después he ido al Alcampo y he actuado de lo más normal… es lo que más cuesta.

Nadie sabe que me desperté de madrugada con mucho calor y algo mareado, sabía que algo no iba bien porque me sentía extraño.

Me levanté porque tenía ganas de vomitar pero sin llegar a más, en la boca, el sabor metálico, recorría mis dientes y lengua sin poder deshacerme de él.

Llegué al cuarto de baño y me di agua en cuello y muñecas, principales puntos por donde pasa la sangre, y buen lugar para regular la temperatura corporal, por eso se hace tal cosa.

Pero no funcionaba, volqué mi cabeza en el inodoro pero nada salió de mi garganta, sin embargo el malestar y el mareo se iban haciendo más fuertes.

El calor que me había obligado a salir de la cama y quitarme el cuello alto, ahora estaba pasándome factura, tenia las manos dormidas y estaba congelado de frío, no porque sintiera el frío, no, sino porque veía como temblaban mis manos y mis piernas y mi cuerpo se estremecía, ha sido una de las experiencias más extrañas de mi vida, ver que tienes frío pero no sentir nada.

De pronto supe que algo no iba bien en mi pecho, palpitaciones iban y venían.

Se me encendió la bombilla y me coloqué el tomador de tensión de mi padre, siempre suelo tenerla baja, y frecuento bajones de tensión que me inducen al mareo, pero nada más.

Las dos primeras pruebas me dieron error, volví a comprobar postura y posición, todo estaba correcto, así que intenté relajarme y abrí los ojos cuando supe que había terminado la operación, mis pupilas se dilataron, pude verlo en el espejo…la tensión estaba muy alta, por las nubes, demasiado para mí.

Sin escandalizarme llamé a mi padre y entré en su habitación, le conté calmadamente lo que ocurría y me dijo que tomase una pastilla que toma él para regular la tensión.

Nervioso busqué entre las montañas de cajas y la hallé pero no hubo suerte, estaba vacía.

Antes de que le dijese nada ya estaba llamando a mi hermana al móvil para que me llevase a urgencias.

No pretendo dar más dramatismo a la historia de la que tiene, pero el tiempo desde que mi hermana fue avisada para recogerme y llevarme al hospital está un poco confuso, no recuerdo demasiado bien como ocurrió, solo tengo piezas desordenadas de un puzzle que no he visto siquiera para intentar montarlo.

Me inyectaron dos sueros en urgencia con varias medicaciones, desconozco el contenido porque no me encontraba en disposición de preguntarlo.

Al cabo de las dos horas mi corazón retomó la normalidad, sólo quedaba comprobar cuanto daño había efectuado en mi metabolismo y órganos internos, más pruebas fueron llevadas a cabo anoche de madrugada.

La primera imagen nítida que tengo es levantarme de mi cama con un intenso y agudo dolor de cabeza, dolor que no ha cesado hasta bien entrada la tarde de hoy.

No he dicho nada a nadie, ni voy a hacerlo, pero eliminando del contenido la paranoia que puede ocasionarse, uno sabe cuando el funcionamiento de su cuerpo no está en hora, y el mío anda desfasado, de nuevo rozando la media noche vuelvo a sentirme extraño, mareado, y con punzadas en la zona del corazón, acompañado de un adormecimiento del brazo izquierdo, con el cuál me está costando escribir.

Es tan irónico…. He deseado muchas veces no formar parte de los caminantes de este camino, y cuando descubres la fragilidad de tu vida, te aferras al miedo para no perderla porque… “aún me queda mucho por hacer”, pienso yo, “tengo tanto por ver y experimentar”, sin razonar si será bueno o malo, tan sólo quiero la oportunidad que tantas veces he rechazado, ahora es cuando me doy cuenta del poder del miedo y de la vida.

Me despido porque no aguanto más este malestar y creo que si no voy a urgencias de nuevo me caeré redondo de la silla.

Ésta es la última noche, y tiene que tocarle a alguien. GRACIAS.