Más celo (Capítulo 2)

Celo (Capítulo 1)

 

íctor alzo la vista y vio salir de la empresa a Miguel cogiendo la llamada de su móvil.

Se miraron. Solo vaho, un metro de distancia y respiraciones agitadas. Comenzó a llover de nuevo.

 

Miguel guardó el móvil en su bolsillo sin despegar la mirada de Víctor. Éste le hizo un ademán con la cabeza para que lo siguiera, si continuaban mucho tiempo allí podrían levantar sospechas, y todos sabemos el daño que pueden hacer los rumores de oficina, aparte que estar empapados como sopa llamando a gritos al catarro no era un plan que les volvía locos.

Corrieron a cierta distancia el uno del otro hasta que Víctor abrió el coche y ambos se introdujeron en su interior. Cerraron la puerta y se deshicieron de sus gabardinas empapadas.

Víctor miró de refilón a su copiloto, el flequillo húmedo caía pegado sobre su frente dejando unos surcos de gotas de lluvia que recorrían el perfil de su rostro, aquel rubio ceniza se había oscurecido por la lluvia y le daba un aspecto más serio, marcando más duramente sus facciones.

Miguel se esforzaba en mantener la mirada en el frente, con el ceño fruncido intentaba controlar la agitada respiración a causa de la carrera.

El conductor metió la llave en el contacto y encendió la calefacción, hacia bastante frío y la sensación térmica tras el chaparrón lo acrecentaba.

No te preocupes, en un periquete entraremos en calor. —susurró Víctor intentando romper el hielo. Justo al terminar su frase se dio cuenta de que podía malinterpretarse completamente, intentó aclarar su intención pero vio que Miguel seguía con la mirada perdida en el horizonte desdibujado por la lluvia, la niebla y la creciente oscuridad.

Sin saber muy bien qué hacer ni qué decir, se desabrochó los puños de la camisa que estaban mojados y colocó las muñecas sobre los ventiladores del coche para que se secara con prontitud.

Nunca había hecho algo así. –susurró Miguel sin moverse un ápice. Su voz denotaba nerviosismo y duda, la voz parecía quebrársele.

Ya… ni yo.

No lo entiendes, ni siquiera de niño, ni de adolescente, ni en la loca época de la universidad donde todo se prueba.

Yo tengo novia, nunca me había fijado en un tío, ni una sola vez. Pero no sé, siempre he sentido que… como que tenía algo más dentro ¿sabes? Algo a lo que no dejaba salir, algo que intuía pero que no quería saber qué era ni dejar salir. No sé si tiene todo esto algún sentido.

¿Tienes novia?

Laura y yo llevamos juntos… ya ni puedo recordar, supongo que desde siempre. Fue mi primera y única novia.

¿Y cómo os va? –se giró para mirar a Víctor a la cara por primera vez desde que había entrado en el coche.

¿Te importa si no hablamos de Laura ahora? Es un poco… bastante incomodo, la verdad.

Lo siento. –se disculpó y volvió a mirar al frente.

Víctor se quedó mirando al muchacho que parecía desconcertado, nervioso y bastante confuso.

Él no estaba mejor, no sabía que pensar de todo aquello ni que decir, así que de pronto, desconectó el cerebro y se dejó llevar.

Se dejó llevar cuando se acercó a Miguel, dejó de pensar racionalmente cuando le cogió la barbilla y se olvidó del mundo cuando lo besó. Enseguida Miguel se le echó encima con pasión y lo abrazó fuertemente mientras frotaban sus labios y lenguas en un baile que nunca habían realizado juntos pero aprendieron a coordinar sus pasos para no pisarse. Miguel se destensó y decidió comerse a Víctor a besos. Las caricias recorrían su cuerpo, se acariciaban los brazos y el pecho sin control. Miguel apretaba el cuello de Víctor atrayéndolo hacia sí.

Ninguno de los dos supo en qué momento ni quién inició el despelote. Pero las camisas fueron arrancadas de cuajo mostrando una camiseta interior empapada, pero no de lluvia, sino del sudor que provocaba la excitación y el nerviosismo.

Sin salir de coche acabaron en la parte de atrás tras una difícil maniobra. Se deseaban mucho, sus bocas les dolían y las erecciones de su pantalón eran insoportables tras el frote continuo entre ellos.

Miguel se deshizo del cinturón de Víctor y atacó a la cremallera.

En ese momento Víctor volvió en sí y colocó la mano para que parase, dejó de besarle para que se percatase del movimiento.

¿Qué ocurre?

A partir de ahora no habrá marcha atrás.

Lo sé… —susurró Miguel confuso y tímido.

Te parecerá una gilipollez, pero me da miedo dar este paso.

La confesión de Víctor arrancó una sonrisa a Miguel.

Yo estoy acojonado perdido.

Los dos se miraron y sonrieron con una sonrisa cómplice que delataba que ambos se sentían exactamente igual.

Miguel se sentó y se pasó las manos por nacimiento del pelo, momento que aprovechó Víctor para saltar encima de él pillándolo desprevenido. Ahora fue éste el que se hizo con el cinturón del muchacho y bajó la cremallera sin tan siquiera desabrochar el botón del pantalón, era la primera vez que sentía un erección que no era la suya, metió la mano por la ropa interior y se hizo con aquello, duro y caliente, liso y… de Miguel, en resumidas cuentas.

Más besos, frotes, lamidas, lenguas y movimientos bruscos hicieron tambalear un par de veces el coche que se iba sumergiendo entre la suave nieve que había empezado a caer. La intimidad está completa con el vaho absoluto en las ventanas. El calor que emanaba de sus cuerpos era suficiente calefacción para ellos, los únicos que estaban realmente calientes en la calle en toda Granada.

 

Abrazados permanecían descansando un rato, disfrutando de la placida sensación de libertad cuando el móvil de Víctor comenzó a sonar.

Supo enseguida de quién era la llamada y antes de descolgar buscó la hora en el coche para cerciorarse de lo tarde que era.

Miguel leyó el nombre en la pantalla y le dejó espacio (figurado y literal) para que atendiera la llamada.

Hola cariño. –alzó la voz. –No, no, estoy fuera, que dentro es imposible hablar…. Es por el frío, estoy helado. Con esta nevada la sierra va a estar genial si quieres que vayamos a esquiar el finde que viene…. Aún no lo he visto… ya, es que hay mucha gente… pues no sé, un rato todavía. Tú ya estás en casa ¿no? … Claro, claro, es que no sabía qué hora era. Tú vete a la cama, yo no tardaré mucho… y yo. Hasta luego… adiós.

 

Poca conversación hubo tras la llamada. Víctor dejó a Miguel en su casa tras las indicaciones del segundo y se marchó con Laura.

Mientras entraba en el piso, la culpabilidad azotaba su cabeza como una jaqueca profunda y puñetera. ¿Cómo haría para no desvelar su noche?

Lo que más sentía era que aquello no había sido un simple desliz, quizás lo del cuarto de baño, pero lo del coche había sido con alevosía y no se trataba de algo esporádico. Algo había cambiado dentro de él, algo que había mantenido oculto treinta años por el miedo que le ocasionaba el intuir su verdadera naturaleza.
Se acercó al umbral de la puerta con los zapatos en la mano y de puntillas y observó como Laura dormía profundamente. Suspiró y se fue hacia la cocina, allí Candy le dio la bienvenida moviendo su rabo desde su canasto. Víctor le acarició la tripa y se acercó al frigo, no tenía apetito, era un acto automático. Su cabeza iba a cien por hora.

 

Miguel andaba ya entre las sabanas de su enorme cama, le encantaban las camas pequeñas pero desde que estuvo con su exnovia se acostumbró a dormir en una con dimensiones muy superiores a las estándar. Y aunque hacía meses que lo habían dejado, él no podía volver a una cama de 90, ya no.

Se giraba y se giraba, golpeando sus ojos con el flequillo, estaba intranquilo y no podía dormir. Durante el cuarto de hora que llevaba en cama había apagado el móvil, vuelto a encender para saber si había recibido algo de Víctor, algún mensaje o llamada, en vista de que no, lo había puesto en silencio, pero ello le hacía sacar la cabeza de debajo de las sábanas hacia la mesita para ver si brillaba con alguna notificación, así que lo último que hizo fue dejarlo en modo vibrador. Y sonaba en plan abeja brrr, brrr, brrr. Sacó la cabeza y descubrió que estaba sonando de verdad. La luz verde estaba encendida, aquello era una llamada. Se levantó de un golpe y alcanzó el móvil. Era Víctor, su corazón se paró.

¿Sí? –contestó con toda la calma que pudo.

Estoy abajo…. ¿Me abres?

Miguel se lanzó hacia su ventanal y descorrió las finas cortinas.

Víctor estaba frente a su portal, solo, en medio del silencio y la madrugada. Justo donde lo había visto despedirse en el coche con un simple “Adiós”.

Víctor, impaciente volvió a hablar.

Bueno, mejor me voy, yo… —no terminó la frase, sonó el portero y se coló cual sombra en el desconocido portal.

ησ єяєs ∂є νєя∂α∂-ησ єяєs ∂є νєя∂α∂-ησ єяєs ∂є νєя∂α∂

 

 

 

Eres de mentirijilla como mis Unidades Didácticas.

Aparentas la función, pero solo sirves para exposición.

No eres realmente lo que deberías ser.

Como el examen del b1 de Cambridge para inglés, te preparan para aprobarlo, no aprender inglés. Como el examen de coche, en la autoescuela te preparan para aprobar ese examen, no para conducir.

Eres igual, de mentirijilla como mis quince unidades didácticas.

Y me da pena. Pero mejor saberlo para saber con qué contar.

No estás de verdad, no ayudas de verdad.

No eres de verdad.

¢σѕαѕ qυє иυи¢α ρσ∂яé нα¢єя

Decisiones en la vida te dan opción o no DE realizar ciertas cosas, rutinas miles que desde mi punto de vista se ven hermosas por el simple hecho de que nunca podré hacerLAS.

Para empezar, la llamada de la suegra, la suegra de mi hermana llamó a ella y a su novio YA QUE estaba preocupada POR si les había ocurrido algo, el problema había sido la cobertura, llegarían pronto a verla.

Otra cosa que nunca podré hacer es hacer un cd de música para el coche de mi novio como hace mi hermana, la ilusión de poner canciones nuevas o que crees que le puede gustar…eso siempre me ha gustado pero… pero me quedo sin ello.

Comprar la cena de urgencia en algún centro comercial abierto (o chino) y cenar tranquilamente en casa agotados, uno junto al otro en el sofá viendo la tele de plasma, como mi hermana, son cosas que nunca podré hacer.

Invitar a mi novio a una barbacoa familiar y disfrutar de la compañía de todos los que te quieren… pues tampoco.

Decisiones en la vida, o destino, que te impide hacer ciertas cosas, o hacer otras, rutinas miles que desde mi punto de vista se ven hermosas por el simple hecho de que son cosas que nunca podré hacer.