∂єl вlσg α lα яєαlι∂α∂

N

o sé qué día es hoy, ni qué hora es, sólo sé que me encuentro en un soleado domingo de Abril.

Ahogándome me hallaba en la asfixiante burbuja de mi vida cuando busqué la liberación a través de una actividad que llevo varios lustros sin realizar… perder en el campo.

Con motivo de una entrada que escribí recientemente en el blog, de la cual me inspiré en mi infancia, tomé la decisión de regresar a Mi Árbol (quien leyese la entrada sabrá a lo que me refiero). Sentía curiosidad por comprobar si seguiría en pie tras tantos años y obras (como construir una carretera a escasos metros de él que une un pueblo del cinturón de Granada con la capital, más concretamente, con la zona de norte de la ciudad). Dejé el móvil en  casa, cogí la mochila que llevo usando diariamente para ir al hospital y la llené con una botella de agua (es importante hidratarse), el libro que me tiene absorto, El Ocho de Katherine Neville, un ejemplar del periódico 20Minutos del viernes y, por supuesto, mi mp3. No concibo mi vida sin música. ¿Canción? Durante el camino estuve escuchando la banda sonora en español de My Fair Lady (1964), pero al terminar no dejé de escuchar… un descubrimiento que me hace llorar si la escucho con atención: Come Un Pittore / Como Un Pintor, de la banda sonora de la película basada en el libro homónimo Roja como la sangre, blanca como la nieve (Lo mejor de la película es su soundtrack). El grupo que la canta es Modà, un grupo italiano de Pop/Rock. Curiosamente, investigando sobre la canción, encontré la siguiente información: Hacia el 2012 salió a la venta un CD Single promocional con cuatro tracks. La canción con la versión del álbum, y luego la misma canción a dúo con Jarabe de palo en diferentes versiones, una versión en italiano, una versión en español y una versión italo-española, una verdadera delicia este CD pues cualquier versión es buena ya que la letra apenas cambia puesto que del italiano al español solo hay un pequeño paso.

Tenía muy claro la dirección que debía tomar, pero no estaba seguro de la ubicación exacta ya que el entorno había cambiado bastante. Tras dejar atrás unas casas de nueva construcción, me adentré en un camino sin alambrada, el único de toda la zona, me daba la bienvenida una vieja escalinata con una farola en cada descansillo. La subí hasta arriba viendo a lo lejos lo que yo creía era “Mi Árbol”, desde aquella distancia me fue difícil constatarlo.

Saludé a un par de parejas de viandantes de mediana edad que habían pensado en pasar un día en el campo con este hermoso sol como yo.

Bajé una empinada colina y me topé de lleno con un auténtico flashback. Un pequeño riachuelo separaba mi situación del monte al que debía acceder. Mi recuerdo me llevó a los nueve o diez años de edad, junto a mi hermana, dos amigos del colegio y mi tita. En aquella época el riachuelo era un rio que transportaba una importante cantidad de agua. Para cruzarlo, unas veces construíamos una especie de puente con un gran tablón, que en épocas de lluvia se lo llevaba la corriente, y en épocas de menos caudal saltábamos sobre las piedras que sobresalían a flote. Lo que me encontré fue un pequeño panel allí mismo situado, atravesé el riachuelo dando un salto sobre la madera y ascendí por pronunciada e inclinada cuesta de “El Monte Sombrero”. Al alcanzar la cima, me topé con una carretera que no había visto en mi tierna infancia. Di un pequeño rodeo buscando la forma de alcanzar Mi Árbol.

Y al fin lo vi erguido frente a mí, seguía intacto, tal cual, alto y lleno de hojas, aguantando el peso de los años, algo que me cuesta más a mí que a él. Feliz de encontrarlo me acerqué con detenimiento y acto seguido inundó mi memoria el recuerdo de nuestro escondite secreto. Tuve que volver a dar otro pequeño rodeo ya que era un poco complicado acabar bajo el árbol. Justamente sobre el lugar indicado encontré un trozo de rama un tanto enmohecida, no pude resistirme a alzarla y recitar las palabras mágicas mientras me giraba observando la silueta de mi ciudad desde tan privilegiada posición. Usé aquel palo para retirar las hojas que reposaban junto a las raíces del árbol y escarbé un poco, no demasiado. Por un lado, ardía en deseos de comprobar si nuestros tesoros seguían estando allí escondidos, pero por otro lado, no quería desencantarme si descubría que ya no estaba allí (cosa que apoyo en afirmar tras el tiempo transcurrido y las obras realizadas tan cerca del árbol). Así que cesé mi actividad y quedé satisfecho de encontrarme allí. Enseguida, realizando una panorámica de la zona, recordé que más arriba había otro árbol especial, uno  al que me encantaba trepar, no tenía unas vistas espectaculares pero a su elevada situación, pero tenía una belleza mágica. Fue una epopeya llegar a él, más carreteras y caminos nuevos dificultaron mis intenciones. La elevación del terreno tampoco me lo puso fácil, pero quien la sigue, la consigue, y terminé sentado un rato sobre él, oxigenando cuerpo y mete con un sentimiento de terror de abandonar mi asiento y tener que regresar a la dura y cruel realidad de mi casa. Bajé de allí y busqué el sol bajo el manto de hierba y flores no me lejos de la sombra del árbol. Abrí la libreta que me compré en Birmingham hace cinco años cuando me encontraba allí realizando prácticas en una escuela infantil, y me dispuse a imprimir con mi letra estas líneas, fruto de mis recientes recuerdos acontecidos “in situ”.  La libreta, aunque con poco uso, ha viajado mucho y planeo que se convierta en testigo de mis viajes. Conforme escribiría me desprendí de la sudadera y más adelante la camiseta de manga corta, dejé que el sol impactara sobre mis desnudos hombres y que el suave viento acariciara las alas de mi espalda y mi pecho.

Esto se termina y me toca regresar al agujero solitario en el que se ha convertido en vida. Quizás dé un rodeo más antes de volver a casa. ¿Quién sabe?
Aquí queda recogido mi mejor recuerdo en semanas, nuevamente vivido solo.

 

P.D.: La belleza del momento se incrementa con un rebaño de ovejas y cabras a las que suscito interés y se acercan a mí. Mejor salgo corriendo antes de que decidan lo sabrosas que pueden ser las hojas de mi libreta.

¢ιασ, sємρlι¢ємєηтє ¢ιασ (Ciao, simplemente ciao)

 

M

e siento como un pintor que trasforma las palabras en colores ya que es incapaz de expresar de otra forma esa emoción.

Como la perdida que pinta el dormitorio de azul.

O el rojo de tus cabellos que aún rozan mi rostro cuando girabas tu cabeza, cenizas a las cenizas que no queda más que el recuerdo, tu color.

Rosa como el banco en el que compartíamos deberes y botellones tras las largas tardes de primavera cuando nos saltábamos las clases.

El piano de tu habitación que me recuerda al verde de los campos que cruzamos marchitos aquel mayo cuando el sol secó todo a nuestro alrededor. Y tu promesa negra que resultó estar tan vacía como el blanco que refleja cualquier luz sin quedarse con ninguna, así que quedé yo, solo como el blanco por culpa del negro de tu mentira, echando de menos el rojo y el rosa.

El azul del dormitorio es blanco, blanco como la nieve, aunque debajo de los cubos de pintura que lancé para ocultar el rojo anterior, sigue vigente, sigue luchando por salir, como tu recuerdo de entre mi nostalgia.

Me siento como un pintor que se ha quedado sin paleta, que se ha quedado sin color, un pintor que necesita un nuevo lienzo que pintar, agoté todos mis colores en tu cuadro y solo me queda el punteo de la guitarra y aquellas notas que te canté como nana mientras dormías de cara al sol.

Ciao, semplicemente ciao.

Es lo único que me queda…

Azzurro come te,
Come il cielo e il mare
E giallo come luce del sole,
Rosso come le
Cose che mi fai…
Provare.