αyєя мє мєηтιsтє

 

 

No como nada desde que ayer me mentiste.

Estoy delante del desayuno que me he forzado a hacer pero ahí está: frío y sin sabor, como mis labios sin los tuyos.

La fruta me sabe a arena.

Lanzo la bandeja al suelo, se rompe todo en mil pedazos, así hace juego conmigo, roto por tu mentira. Llamarte mentiroso no mejorará ni arreglará la situación pero aquí me encuentro recogiendo los trozos de la taza sobre la moqueta. No, no es ninguna imagen retórica, es simplemente la verdad, trozos de porcelana que me cortan las yemas de los dedos, esos que hasta ayer te tocaban… hasta que me mentiste.

Y lo prometiste, que es lo que más me duele.

Me lo prometiste, ¡joder! ¿Tan poco vale tu promesa?

Vete a la mierda, estoy harto de ti, harto de pensar en ti, el hastío comienza a apoderarse de mí y me niego, me niego a hundirme contigo por culpa de tu mentira.

¿Qué no sea cruel? Fuck off!, anda.

Llevo los trozos rotos sobre la bandeja de camino a la cocina.

Que estúpido me siento, sentirme tan herido por tu mentira…

Un bastardo es lo que eres.

Me mentiste, y me odio por creerte.

No te preocupes, estoy mejor, aún me queda mucho para seguir dándote el coñazo, todavía tengo cuerda para rato.” (Dijiste mirando el suero al que llevabas unido cinco semanas, tres días y diecisiete horas).

Me mentiste, te moriste.

Que te den, mentiroso, dijiste que siempre estarías conmigo.