єи¢υєитяσѕ єи ℓα 1ª ραяα∂α

Suspira, se recuesta, siente tanta incomodidad que no logra conciliar el sueño, considerando que su cansancio está llevando a su persona a una extenuación peligrosa. Se clava el apoyabrazos en el costado.

-Así no hay quien pueda. –murmura mientras se gira para comprobar si hay forma alguna de retirar su molesto “clavahuesos”.

La luz del sol le molesta, apenas se ha dado cuenta de que ha amanecido, ha pasado toda la noche en aquel maldito autobús.

Sus deseos de pisar tierra firme, la del suelo de su habitación, son la única esperanza para no venirse abajo.

El conductor acaba de comunicar una parada de treinta minutos. Maravilloso. Al fin podrá tomarse algo con glucosa y una botella de agua fresquita. E ir al baño… no debe de olvidarse de ir al baño.

Deja su equipaje de mano en el asiento de al lado, viajar si nadie a tu lado tiene sus ventajas.

En cuanto baja las escaleras recibe el aire fresco de Castellón. La luz del sol calienta su cuerpo, eso sí que es un buen clima, no el frio que ha pasado durante toda la semana.

Se gira para rodear el autobús sin darse cuenta de que una muchacha está bajando las escaleras pidiendo un poco de aire también.

El choque inminente se convierte en una profecía autocumplida.

Su codo en el pecho de la chica.

Se aparta con velocidad pidiendo perdón.

-No te preocupes, tenía tanto anhelo de aire que necesitaba salir de esa lata de sardinas como fuera. Aunque sea a codazos.

Eso le provoca una gran risotada.

-No me digas que viajas con equipaje de pulmones.

-Si con eso quiere decir “en compañía de”…; sí, aquel osito de allí. –baja la voz y señala con discreción a un hombre bajito y muy, muy peludo, semejante a un barrilete con una lluvia de lana sobre él.

-Afortunadamente no tengo nadie a mi lado.

-¡Qué maravilla! Porque llevo dos horas y pico sin poder moverme.

-¿Sólo dos horas? Yo llevo desde anoche en ese maldito autobús y mi acompañante era mucho peor que el tuyo.

-Oh… qué pena me das.

Otra risotada despierta en aquellas dos personas que acaban de conocerse.

-Por cierto, ¿cómo te llamas?- “Es mi momento”. Piensa justo después.

-Helena con H.

-Muy original H…

-… de Helena. –añade la chica.

-Prefiero H.

Helena le hace burlas.

-Bueno, ¿quieres que vayamos a comer algo? Estoy desfallecida.

-Por supuesto. Esa era mi segunda prioridad.

Helena queda extrañada.

-¿Y la primera?

Se queda pensando…

-¡No la recuerda! -así que se encoge de hombros y caminan hacia el bar.

Esta chica es preciosa, y muy simpática”, piensa sin dejar de mirarla.

Después de su pequeño refrigerio se encaminan a estirar las piernas y así poder conversar amigablemente.

En un momento, sus manos chocan, y el enorme pedrusco que Helena lleva en el dedo, hiere la mano de su acompañante.

-Lo siento mucho –se disculpa nuevamente.

-No, no te preocupes, apenas sangro. Por cierto –hace una pausa-, tienes unas manos muy bonitas.

-Gracias. Tú también.

Eso sonroja su cara.

Helena sigue sosteniendo la mano herida y sin apenas percatarse, se la estrecha y camina con ella agarrada.

Unos minutos después, coge a Helena de los hombros y le susurra.

-Nunca antes he hecho esto. –le dice con tono de preocupación.

-Ni yo tampoco. –acierta a decir Helena sin entender muy bien.

-El hablarle a una chica tan guapa y simpática como tú, que acabo de conocer y abordarle así tan… tan…

-Tan bien. –finaliza Helena la frase.

En ese momento, le sostiene la cara y la besa. Es maravilloso, dulce, mojado, entrelazado, suave… un primer beso bastante aceptable.

Por el altavoz anuncian el fin del descanso de su autobús.

-¡Acabo de recordar mi primera prioridad!

-¿Cuál? –susurra Helena divertida.

-¡Olvidé ir al baño! Ahora te alcanzo. –y echa a correr.

-¡No va a darte tiempo!

-¡Pues ponte frente al autobús! –le grita en tono burlón.

-¡Oye, que no me has dicho tu nombre!

-¡Sonia! –grita corriendo al baño.

-Un nombre tan bonito como su cara. –susurra Helena con media sonrisa en la cara.