ι мιѕѕ уσυ, ρяιи¢єѕѕ

 

E

n la azotea de aquella discoteca, en el antiguo continente, en ese país donde la lengua no era materna para nosotros, solos allí, tú y yo y aquel vaso, ¿hora? rondando las cuatro de la madrugada. Zona propicia para fumar sin molestar, con unas hermosas vistas de enredaderas y luna lunera adornada por estrellitas, estrellitas que nos parpadeaban curiosas por saber qué hacíamos allí los dos, cuando ninguno fumábamos. Nada importaba, solo aquel momento, aquel lugar, en ese preciso instante te eché de menos y aún no te había dejado. La última noche, la última fiesta antes de regresar a España ¿recuerdas?

 

Juramentos, promesas, ilusiones, pensamientos… todo aquello verbalizado en futuro, basado en las fotos, risas, llantos, abrazos, copas y bailes que habíamos compartido en estas tres últimas semanas, solo tres semanas conociéndonos y ahora descontaba de mi vida los minutos sin ti.

 

Llevabas una preciosa camiseta blanca a juego con tu sonrisa, dejando al aire esos bracitos delgados, morenos, frágiles pero fuertes para agarrar mechones de mi pelo cuando me atreví a besarte, tu colonia embriagó mi aliento cuando besé tu cuello. Cierto que los mojitos hablaban por mí y me hacían moverme cual marioneta, o al menos era la excusa que utilizamos al día siguiente cuando supimos, sin miedo a equivocarnos, que vivimos un sueño que terminó cuando la discoteca cerro, pero mientras tanto… el desliz de nuestras caricias condujeron a besos románticos, apasionados por momentos y tiernos después. Aún me ruborizo pensando que metí mi mano por debajo de tu falda para palpar la dureza de tu pierna, desabrochaste tus botines y te recostaste en mí en aquel estampado sofá, sin importarte que unos minutos después sería ocupado por unos desconocidos que nos miraban curiosos, y más cuando empezamos a susurrarnos en español. Aquellos británicos, con miradas de soslayo, intentaban adivinar cuál era la naturaleza de aquella situación, solamente era la naturaleza de un cuento sin final feliz que estaba a punto de terminar.

 

El regresar a casa era mucho más que dejar la experiencia, era dejarte a ti, a pocos cientos o miles de kilómetros de mí, tan cerca… y tan lejos, creando vidas alrededor de una experiencia que ninguno de los dos volverá a repetir y no dejamos de reproducir en nuestras mentes.

 

¿Recuerdas los sms en los móviles diarios? Los sms gratis nos cundían cuando íbamos de prácticas a nuestras diferentes empresas, aun guardo el móvil aunque en España no funcione. ¿Y los globos de agua? Acabamos empapados subidos en aquella enorme bicicleta bajando a gran velocidad por las montañitas de aquel hermoso paisaje, y aquel lago lleno de patos metamorfoseados. Recuerdo ahora tu risa al hacerte las fotos pidiéndote un beso en ellas… me mirabas indecisa, ¿era en serio o solo una broma? Eso preguntaste en el puente de Londres cuando desde el autobús cayó un plátano estampándose en ya sabes que cara… risas, la tuya, esos ojos adornados por las pestañas, esa mirada que me descubrió, descubrió lo que sentía, pedí discreción y las confidencias se hicieron en susurros aquella noche, te he echado de menos.

 

Te echo de menos, lo hice en ese momento y lo hago ahora recordándote con aquellos bailes, aquella música, aquellas copas de vodka que compartíamos noche sí y noche también.

 

Dedícame un último baile, si tú me llamabas “rey” hoy te llamaré “princesa”.