Pequeños placeres

Colocó los pies en el suelo, le satisfacía sumamente notar el frío bajo su planta, el caminar descalza eran uno de los pequeños placeres diarios que podía permitirse. Se lavó la cara, cepilló los dientes y su alborotado cabello y aterrizó en la cocina. Dichosa dieta… hoy podría saltársela, no dejaba de pensar. Pero su fuerza de voluntad la atrapó de nuevo alejándola de aquellos dulces sabores y la condujo a una pieza de fruta, un yogur y una tostada de aceite, nada desdeñable, desde luego, pero no era el donut relleno de chocolate blanco que alguna de sus hermanas había dejado en el frio, olvidado sin duda, sino no estaría allí. Habían tenido suerte de que estuviese a régimen, sino lo comería sin impunidad.

Hacía calor, presentía un día bastante caluroso. Abrió la ventana para airear la habitación y eligió uno de los vestidos más frescos que tenía.

Sacó a Dover, su perro, a la calle y fue tomándose el café en su taza favorita. Otro de los placeres de su rutina, pasear a su querido perro por la mañana con una taza de café en su manos. Si pensaba en lo atareado que tenía el día se metería de nuevo entre las sábanas, había que echarle valor a la vida.

Sonó el móvil cuando estaba metiendo en el bolso los últimos folios de su trabajo. Su novio la llamaba para darle los buenos días por la mañana y desearle un feliz día, añadiendo que la quería más que nunca. Así podía salir en pos de su destino con una sonrisa en los labios, en aquellos instantes la amargura que acompañaba a la relación a distancia se diluía en el ambiente.

 

Si lo piensas bien, hay muchos pequeños placeres diarios. ¿Cuál es el tuyo?

мσмєηтσs

 

C

uando la conocí no sabía que la vida daría tantas vueltas, ignoraba todo lo que nos acontecería desde el momento en el que sentí amarla hasta este justo instante donde recojo mis pensamientos en estas palabras frente a esta monótona pantalla de ordenador.

Esa mirada de soslayo cuando la descubres en medio de todo el gentío pidiendo una bebida isotónica a las tantas de la madrugada, en ese instante el corazón te da un vuelco y sientes lo mucho que te gusta. Amor a primera vista o química en momento cero.

Haciéndome de notar me coloqué detrás de ella alzando sobre su cabeza mi brazo con un billete mientras pedía a gritos mi bebida, nunca me había gustado colarme ni saltarme el turno en ningún sitio, pero en aquel momento me salió así, sin más.

Ella me dio un codazo e intentó alzarse, pero su reducida altura no podía hacerme frente. Vistos sus esfuerzos inútiles optó por la vía diplomática. Se giró y recogiéndose el flequillo detrás de la oreja alzó la cabeza y me sonrió forzadamente.

Perdona pero te estás colando.

En aquel momento el camarero cogió mi billete y señalándome mientras miraba debajo de la barra las botellas recitó mi pedido.

Añade lo que te pida la señorita.

Aquello hizo sonreír al camarero, debí parecerle ridículo por el uso de “señorita”. La muchacha se giró con gesto en duda y volvió a mirarme.

No hace falta, gracias. –añadió más calmada por mi amabilidad.

No es nada.

Ella se giró y pidió al camarero su bebida después volvió a mí y miró hacia el suelo un instante.

No hubo tiempo de mediar más palabra, pues el camarero llegó enseguida con nuestras copas. Golpeé suavemente su vaso contra el mío para brindar sin que ella lo esperase por la expresión que adoptó, bebí un pequeño sorbo y me marché de allí guiñándole un ojo. La dejé con la palabra en la boca, supongo que hubiera venido otro “gracias” o un “chin-chin”. No esperé a escucharlo. Aunque escuchar es una forma de hablar en vista del volumen de la música, no en vano nos hallábamos en una discoteca.

 

Puedo seguir describiendo la noche en la que conocí al que pensé sería el amor de mi vida, podría contaros que esa noche no paramos de reírnos, que la siguiente semana no dejé de pensar en ella en todo momento y el corazón seguía latiéndome con fuerza, podría deciros que dos años después estábamos viviendo juntos, trabajé como químico en una laboratorio canadiense 18 eternos meses, no porque me disgustase el lugar ni mi desempeño en mi empleo sino porque sentía que por culpa de la distancia la perdía. Y así ocurrió. La situación se hizo insostenible y alargué mi contrato otros 15 meses, ya no tenía nada en España.

Tres años y medio más tarde me encontraba en Alemania en una charla bastante aburrida sobre mi campo de investigación cuando recibí un email suyo. Durante todo aquel tiempo había cambiado de número, de casa, de país… como aquel que cambia de camisa, lo único que seguía siendo igual era mi email (y mi nombre, por fortuna). En su corto email me contaba que había encontrado mi dirección haciendo limpieza profunda y al acordarse de mí decidió escribirme para ver cómo me encontraba. Ni que decir queda que me largué de la monótona charla y me dispuse a contestarle vía Smartphone.

Los emails, al principio intermitentes, fueron cogiendo una velocidad diaria más o menos. Me contó que estaba viviendo con su novio, había sufrido dos abortos y se encontraba bastante deprimida, le habían dado de baja en el trabajo por ello y eso no hacía más que agravar su depresión. El novio se estaba cansado de ser rechazado una y otra vez en las proposiciones de matrimonio, ella me confesó que realmente no lo amaba, no lo amaba al darse cuenta de que no le daba todo el apoyo que ella necesitaba, para él los hijos era parte de un plan al que no daba mayor importancia, para ella la maternidad era algo muy deseado y esperado.

Rompió con su novio cuando fui a recogerla a su apartamento y me la llevé a Perú, lugar donde estaba trabajando desde hacía unos meses. Allí se oxigenó, incluso comenzó a cursar una carrera universitaria a distancia, aquel lugar la hacía feliz y su depresión por fin terminó en el momento en el que me brindó el mejor regalo que he recibido nunca, mi hija.

Podría contaros lo felices que fueron aquellos años viendo crecer a nuestra hija en aquel precioso aunque devastador lugar, pero no lo haré. Ella estaba tan sensibilizada con la situación del país que comenzó a trabajar en una ONG como voluntaria, aunque después ocuparía un puesto importante por su devoción a esa labor, un trabajo remunerado.

Mientras que mi contrato había terminado, seguía atado a ella por miedo a que la distancia volviera a jugárnosla, esta vez no podía perder aquello, ahora tenía una niña a la que amaba con toda mi alma. Pero siempre fui una persona muy activa y aquello me estaba marchitando, ella, que me conocía y sabía por lo que estaba pasando, pidió un traslado a España ocupando un puesto inferior dentro de la ONG para que yo pudiese acceder a un puesto de trabajo que me habían ofrecido.

Volvimos a mi país y pude mostrarle a mi niña todos los rincones de la ciudad en la que nací y crecí.

Podría contaros que aquello no salió bien, nuestros biorritmos y anhelos iban descompensados,  éramos capaces de girar la cara hacia nuestros deseos por ver cumplidos los del otro, pero una relación que crece en medio de la frustración no es sana. Al final decidimos que lo mejor era que cada uno tomara su camino, el amor se había enterrado en rencor, no rencor hacia el otro, sino hacia uno mismo por no ser capaces de tener la determinación de alcanzar nuestros sueños porque se interponían en lo que creíamos que era la felicidad de nuestra unión.

Mi hija tenía 17 años cuando sus padres dejaron de hablarse buscando su camino. Volvió a Perú a continuar con sus estudios allí mientras que yo regresé a Canadá. Ella… no sé qué fue de ella hasta hace unos tres cuartos de hora cuando he recibido la llamada de mi hija; con la que hablo unas pocas veces al mes. Me ha contado que su madre ha muerto en un accidente de coche de camino al trabajo. Desconocía los detalles pero una cosa era cierta: había muerto.

Colgué tras conocer el lugar y la hora del entierro y me dispuse a escribir esta misiva sin intención ni objetivo alguno que el de plasmar lo que se me pasa por la cabeza en este instante. ¿Un  recuerdo de su vida? No lo creo, podría haberlo enfocado de otra forma. ¿Un recorrido por mi vida? No, me he dejado demasiado en el tintero. Supongo que lo escrito aquí es para darme cuenta que la vida da muchas vueltas, nos ocurren tantas cosas a lo largo de ella… que solo podemos clasificarla por momentos, y eso ha sido ella para mí, momentos. Momentos buenos, malos, regulares, trágicos, cómicos… pero momentos al fin y al cabo. Recuerdo cuando la miré por primera vez, recuerdo cuando descubrí que la quería, recuerdo cuando dejé de sentir amor por ella, recuerdo cuando surgió la nostalgia de estar con ella y ahora ya no pude decirle que ha sido la persona más importante de mi vida. ¿Lo sabría ella? No sé cómo terminar esto, podría hacerlo con una frase mítica, épica, profunda o trascendental pero yo seguiría sintiéndome vacío, un hueco en el estómago mezclado con nerviosismo. Ya no está y no pude despedirme…

 

Así que lo hago a través de este texto que nunca leerás pero que me acompañará siempre. Adiós, mi vida.

ι мιѕѕ уσυ, ρяιи¢єѕѕ

 

E

n la azotea de aquella discoteca, en el antiguo continente, en ese país donde la lengua no era materna para nosotros, solos allí, tú y yo y aquel vaso, ¿hora? rondando las cuatro de la madrugada. Zona propicia para fumar sin molestar, con unas hermosas vistas de enredaderas y luna lunera adornada por estrellitas, estrellitas que nos parpadeaban curiosas por saber qué hacíamos allí los dos, cuando ninguno fumábamos. Nada importaba, solo aquel momento, aquel lugar, en ese preciso instante te eché de menos y aún no te había dejado. La última noche, la última fiesta antes de regresar a España ¿recuerdas?

 

Juramentos, promesas, ilusiones, pensamientos… todo aquello verbalizado en futuro, basado en las fotos, risas, llantos, abrazos, copas y bailes que habíamos compartido en estas tres últimas semanas, solo tres semanas conociéndonos y ahora descontaba de mi vida los minutos sin ti.

 

Llevabas una preciosa camiseta blanca a juego con tu sonrisa, dejando al aire esos bracitos delgados, morenos, frágiles pero fuertes para agarrar mechones de mi pelo cuando me atreví a besarte, tu colonia embriagó mi aliento cuando besé tu cuello. Cierto que los mojitos hablaban por mí y me hacían moverme cual marioneta, o al menos era la excusa que utilizamos al día siguiente cuando supimos, sin miedo a equivocarnos, que vivimos un sueño que terminó cuando la discoteca cerro, pero mientras tanto… el desliz de nuestras caricias condujeron a besos románticos, apasionados por momentos y tiernos después. Aún me ruborizo pensando que metí mi mano por debajo de tu falda para palpar la dureza de tu pierna, desabrochaste tus botines y te recostaste en mí en aquel estampado sofá, sin importarte que unos minutos después sería ocupado por unos desconocidos que nos miraban curiosos, y más cuando empezamos a susurrarnos en español. Aquellos británicos, con miradas de soslayo, intentaban adivinar cuál era la naturaleza de aquella situación, solamente era la naturaleza de un cuento sin final feliz que estaba a punto de terminar.

 

El regresar a casa era mucho más que dejar la experiencia, era dejarte a ti, a pocos cientos o miles de kilómetros de mí, tan cerca… y tan lejos, creando vidas alrededor de una experiencia que ninguno de los dos volverá a repetir y no dejamos de reproducir en nuestras mentes.

 

¿Recuerdas los sms en los móviles diarios? Los sms gratis nos cundían cuando íbamos de prácticas a nuestras diferentes empresas, aun guardo el móvil aunque en España no funcione. ¿Y los globos de agua? Acabamos empapados subidos en aquella enorme bicicleta bajando a gran velocidad por las montañitas de aquel hermoso paisaje, y aquel lago lleno de patos metamorfoseados. Recuerdo ahora tu risa al hacerte las fotos pidiéndote un beso en ellas… me mirabas indecisa, ¿era en serio o solo una broma? Eso preguntaste en el puente de Londres cuando desde el autobús cayó un plátano estampándose en ya sabes que cara… risas, la tuya, esos ojos adornados por las pestañas, esa mirada que me descubrió, descubrió lo que sentía, pedí discreción y las confidencias se hicieron en susurros aquella noche, te he echado de menos.

 

Te echo de menos, lo hice en ese momento y lo hago ahora recordándote con aquellos bailes, aquella música, aquellas copas de vodka que compartíamos noche sí y noche también.

 

Dedícame un último baile, si tú me llamabas “rey” hoy te llamaré “princesa”.

 

¿нαѕтα ¢υáи∂σ?

Cuando las cosas se ponen difícil, lo más fácil es huir, ya me lo demostró la experiencia, en este caso mi madre, escogió la alternativa más rápida y cobarde con el “borrón y cuenta nueva”, el problema irradia en que las personas a las que abandonas no pueden realizar ese borrón, no depende solo de ti, una vida no se puede borrar, así… de repente.

 

No seamos hipócritas con el amor verdadero que dura para siempre, pues todo, absolutamente todo, en esta vida se acaba, bien hoy, mañana, el mes que viene, dentro de unos años o hasta que la otra persona deje de respirar o dejar de latir mi propio corazón (literalmente). Hay amores hasta la muerte o hasta la infidelidad, hasta la ausencia de sentimiento o hasta cortar por el egoísmo.

 

Cuando las cosas se ponen difíciles el miedo nos acusa porque somos egoístas y si estamos con alguien es porque nos sentimos de maravilla con ella, buscamos el placer y esa persona nos lo ofrece, de ahí en adelante es cuando hay que encontrar algo más para que eso no se termine, de rebote empiezas a ver que esa persona, aparte de darte el placer que buscas (que no tiene que ser sólo sexual) ofrece el llenar huecos vacíos y poco a poco se hace necesaria su presencia en tu vida, cada vez más de forma explícita, y aquí es donde quería llegar.

 

Que las cosas empiecen de una forma, no significa que deban seguir así.

Desde un plano personal: Que algo te llene en un momento no significa que siempre sea así, las situaciones cambian, los sentimientos también y anhelas algo que no tienes, y que nunca has tenido pero que ahora necesitas, sabes que en un futuro (no sabes cuándo) lo podrás tener, pero ¿Y QUE HAGO AHORA QUE ES CUANDO LO NECESITO?

 

Es ahí cuando surge la fuerza interior para aguantar ante situaciones difícil y no cortar de raíz, no borrar la vida de la otra persona porque te hace daño el no tener lo que necesitas.

 

¿Y si esperas y al final no lo tienes?

¿Cuánto tiempo estarías dispuesto a esperar?

¿Toda una vida por esa persona que es para ti?

¿Prefieres no sufrir pero no amar?

 

El amor es dolor, y más en la lejanía.

Flojeo, y en cada encuentro más aún… me cuesta tanto conformarme con lo que me da… desde lejos es una pequeña parte de lo que recibo a su lado, pero la situación estaba escrita así desde el principio. ¿Debo conformarme?

 

El mayor problema fue empezar a querer a esa persona como nunca he querido a nadie…


¿Hasta cuándo aguantaré harto de sentirme mal por no tenerla aquí a mi lado?